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El avance de la OTAN hacia Oriente, a propósito del caso ucraniano

Publicado: 09 de marzo de 2022

Raúl André Castro Chacón

Imagen extraída del Kyiv Independent

https://kyivindependent.com/national/nato-chief-stoltenberg-says-russian-military-buildup-continues-unabated-as-he-meets-zelensky-in-brussels/


“Para Estados Unidos y sus aliados, esta es la llamada política de contención de Rusia, de evidentes dividendos geopolíticos. Y para nuestro país esto es en última instancia una cuestión de vida o muerte, una cuestión de nuestro futuro histórico como pueblo. Y esto no es una exageración, es cierto. Esta es una amenaza real no solo para nuestros intereses, sino también para la existencia misma de nuestro Estado, para su soberanía. Esta es la línea muy roja de la que se ha hablado muchas veces. La han cruzado.” (Discurso íntegro del anuncio de Putin de la operación militar en Ucrania, 2022). De esta manera inició Putin su fatídico discurso el 24 de febrero de 2022, en el que se anunciaba el inicio de operaciones militares en las regiones de Luhansk y Donetsk, las cuales posteriormente se convirtieron en un asedio total al territorio ucraniano. Entre el cúmulo de razones que brindó el mandatario ruso para justificar su decisión, destaca la mencionada en el inicio de este discurso, pues, a diferencia de las demás, es la que suena más verosímil y sincera al pensamiento de Putin.


No es novedad que la expansión de la OTAN hacia el este de Europa, así como la decisión de la Unión Europea de acoger como miembros a cada vez más Estados que en el siglo pasado conformaron el bloque soviético, no haya recibido el visto bueno de Rusia. El avance de la OTAN no solo significa un “peligro” para el territorio ruso, al tener cada vez más cerca las bases militares de la organización, sino que además se ha visto significa una absorción por parte del bloque occidental de lo que fue una zona sobre la cual ejercía una influencia decisiva. Sin embargo, un análisis al respecto no puede estar completo si solo se atiende al pensamiento ruso, incluso si se lo compara con las intenciones que pueda tener la OTAN al respecto, y específicamente EEUU. Es importante también atender a la perspectiva y a la situación en la cual se encuentran los países ubicados en esta suerte de “limbo” entre la unión a la OTAN y/o a la UE y el favor de su poderoso vecino, especialmente en el caso de Ucrania, pues sobre ellos recae (o debería recaer), en última instancia, la decisión al respecto de adherirse a estas organizaciones internacionales o no.


Los intereses de Occidente


Comencemos revisando cuáles son los intereses que tienen las potencias occidentales con respecto a Ucrania. En primer lugar, es importante señalar que la posición de estas no es la misma en todos los casos (o al menos no lo fue hasta antes de estallar el conflicto). Por un lado, se encuentran los intereses comunes de los países europeos, y específicamente de los miembros de la Unión Europea, quienes aspiran a una Europa totalmente libre de conflictos, a través de la expansión de regímenes democráticos hacia el este y su integración a los mecanismos de cooperación occidentales, entre ellos la OTAN, para asegurar la estabilidad y la paz en el continente (Wiarda, 2001, pp. 182, 183). En este sentido, Europa continúa viendo a Rusia como una amenaza a dicha estabilidad, lo cual ha sido una de las razones para mantener viva la OTAN a pesar de que la principal razón de ser de dicha organización haya terminado con el fin de la Guerra Fría (Viland, 1991, pp. 299, 300). Las preocupaciones de Europa con respecto a su vecino del este se han materializado en las acusaciones de líderes de la OTAN en contra de Rusia en diferentes ocasiones (Hua, 2015, p. 85), a propósito de la invasión de Georgia en 2008 y la anexión de Crimea en 2014.


No obstante a ello, cabe mencionar que, si bien los europeos mostraron cierta preocupación con respecto al peligro que significaba Rusia a pesar de que se encontrase debilitada en los años posteriores a la Guerra Fría, en todo momento evitaron despertar posibles hostilidades de dicho Estado, dadas su cantidad de recursos, tamaño y el hecho de que cuentan con un vasto arsenal nuclear (Wiarda, 2001, p. 183). Es a partir de ello que surgen las diferencias con respecto a la posición de los Estados europeos en cuanto a la expansión de la OTAN (y de la UE a su vez) hacia el este, frente a las aspiraciones de expandir la organización de su aliado norteamericano. Con el objetivo de evitar posibles objeciones de Rusia, ambas organizaciones han preferido relegar a un segundo plano la posible inclusión de Ucrania a las mismas (Kuzio, 2017, pp. 104, 105). Esta decisión ha tenido como consecuencia una respuesta “tenue” por parte del lado occidental hacia las hostilidades que Rusia ha realizado en el siglo XXI. Ejemplo de ello es el hecho de que, aun después de la invasión de Rusia a Georgia en 2008, la Unión Europea buscó continuar con su política de establecer “relaciones estratégicas” con el Estado ruso, así como el hecho de que se le dio luz verde a la construcción del proyecto Gazprom Nord Stream, el cual proveería a Alemania de gas ruso (Kuzio, 2017, p. 109). Asimismo, la decisión de algunos Estado occidentales de “tolerar” los actos hostiles de Rusia, y por ende de no llevar a cabo acciones que puedan ir en contra de sus intereses, se debería a que muchos de ellos tienen vínculos comerciales, financieros y de recursos muy fuertes con el Estado ruso, como lo son los casos de Francia, Austria, Italia y Alemania (Kuzio, 2017, p. 111).


Otra evidencia de la posición mayoritaria de Europa con respecto a la objeción de incluir a Ucrania dentro de la Unión Europea y de la OTAN fue la actuación de la UE en la negociación de los acuerdos de Minsk II. La Unión Europea presionó al parlamento ucraniano de votar por otorgarle un estatus especial a la región del Donbas, así como para la realización de elecciones en las ciudades de Donetsk y Luhansk, aun a pesar de la ocupación de dichos territorios por milicias paramilitares rusas. En esta línea, cabe señalar que incluso Alemania y Francia presionaron a Ucrania para que aceptase una versión de los Acuerdos de Minsk que tenían un resultado más beneficioso para los intereses estratégicos rusos, amparados en el hecho de que no existía una forma de llevar un proceso legítimo en el plano del Derecho Internacional para lidiar con las agresiones de Rusia hacia Ucrania (Kuzio, 2017, p. 113).


Por otro lado, tenemos a los intereses que mantienen los Estados Unidos con respecto a la expansión de la OTAN hacia el este. A diferencia de sus contrapartes europeas, la potencia norteamericana ha tenido una perspectiva más confrontacional con respecto a su antiguo rival durante la Guerra Fría. Desde la posición de Wiarda, los Estados Unidos habrían tenido al menos tres metas en mente con la expansión de la OTAN en lo que fue la antigua esfera de influencia de la URSS: cercar, reducir y limitar las opciones de Rusia con el fin de prevenir que dicho Estado pueda volver a resurgir en la potencia que fue antaño; tratar de democratizar el país, sea porque consideran que la democracia es un fin deseable en sí mismo o como un medio para obtener una Rusia más estable y menos belicosa; y, finalmente, lograr una zona de protección (“a buffer zone”) para la seguridad de sus contrapartes europeas (2001, p. 186). Asimismo, la estructura de la OTAN serviría para asegurar los intereses de seguridad de los Estados Unidos dentro de una zona con la cual comparte no solo vínculos económicos, sino también ideológicos. La integración de la OTAN ha servido para el lado occidental del mundo, especialmente para los aliados europeos de EEUU, para poder sostener un crecimiento económico y social sin la amenaza de ataques inminentes u hostilidades por parte de Estados vecinos. En este sentido, la OTAN podría simbolizar los más altos ideales que la potencia norteamericana busca con respecto a su política exterior, al menos en el discurso: promover y defender la democracia, la protección de los derechos de los individuos, y asegurar la libertad frente a una posible amenaza tiránica internacional (Viland, 1991, p. 31).


Serían estas razones las cuales llevaron a los EEUU a ignorar la promesa que alguna vez dio su secretario de Estado, James Baker, a Gorbachov con respecto a la posibilidad de que la OTAN se expanda hacia el lado oriental del continente europeo, asegurando que la presencia militar de la OTAN no se extendería ni una pulgada más al este de Alemania (Nikolin, 1998, p. 48). Adicionalmente, dichas preocupaciones del país norteamericano serían las que lo llevarían a asumir más de los dos tercios del presupuesto de la OTAN en temas de defensa, a pesar de que el PBI combinado de las potencias europeas sea mayor al de los Estados Unidos (NATO, s. f.-a).


Sin embargo, lo anterior no quita el hecho de que los Estados Unidos también ha sido cauto con respecto a su contraparte ruso, lo cual quedó demostrado en la dinámica que se mantuvo en la región oriental del continente europeo durante los primeros años posteriores al fin de la Guerra Fría. En los mismos, cuando EEUU buscaba expandir su esfera de influencia en lo que alguna vez fue parte del bloque soviético, Rusia se oponía a la tal expansión; posteriormente, la OTAN y los Estados Unidos negociaban acuerdos conciliatorios con Rusia en los cuales ofrecían algo en retorno a la Rusia para que acepten la incorporación de los países del centro y el este europeo a la OTAN; y finalmente Rusia se rehusaba a aceptar dichos acuerdos (Hua, 2015, p. 90). En vista de ello, la expansión de la OTAN hacia oriente ha sido lenta, pero se ha concretado al punto de llegar a la frontera rusa con la inclusión de Letonia, Estonia y Lituania como miembros de la organización en el año 2004. Las aspiraciones de Ucrania de conformar parte de este grupo habrían significado un punto de quiebre para Putin.

Los intereses de Rusia


No es novedad que Rusia vea la expansión de la OTAN, y en menor medida de la UE, hacia su antigua esfera de influencia como algo negativo para sus intereses. Esto se debería a dos razones principales: el deseo de Rusia de no perder una zona sobre la cual busca aún ejercer la influencia que alguna vez tuvo durante la época de la Unión Soviética, y el peligro que percibe con respecto a la posibilidad de ataques por parte de Occidente en contra de su región.


Por un lado, Rusia sigue considerando a Ucrania como una parte de su territorio, de la cual tuvo que desprenderse viéndose obligada por el contexto que se vivió durante los tiempos que sucedieron a la caída del muro de Berlín. Esta postura con respecto al Estado ucraniano se vio evidenciada en el discurso de Putin del 21 de febrero, quien fue enfático en sostener que “la Ucrania moderna fue creada por Rusia, más precisamente por la Rusia bolchevique y Comunista” (Welle (www.dw.com), s. f.). Dicha línea argumentativa no es nueva, pues ya el mandatario ruso había sostenido en una cumbre de la OTAN del 2008 que “Ucrania no es ni siquiera un Estado”, sino tan solo un regalo por parte de Rusia (en Kuzio, 2017, p. 109). De la misma manera, otra de las excusas que ha utilizado, falazmente, Putin ha sido la alta presencia de nacionales étnicos rusos en territorios que buscan formar parte del bloque occidental. Si bien ello es en parte cierto, las cifras dadas por el mandatario ruso distan mucho de la realidad. En el 2008 señaló que un tercio de la población ucraniana era étnicamente rusa, al definir a los rusoparlantes como rusos necesariamente (Kuzio, 2017, p. 109), lo cual resulta inverosímil, si tenemos en cuenta que según la data del censo de Ucrania en 2001, solo el 17 % de la población se identificó como étnicamente ruso (Всеукраїнський перепис населення 2001 | English version | Results | General results of the census | Total number of actual population, 2007).


En este sentido, desde la perspectiva de Rusia, y de Putin específicamente, cualquier decisión de Ucrania tendría que pasar obligatoriamente por revisión rusa, pues el mandatario aún siente que la conexión entre los pueblos ruso y ucraniano es tal que este último ha de seguir subyugándose al primero. A ello se le suma el hecho de que la política exterior rusa se maneja como un juego de suma cero, en el cual las victorias del bloque occidental significan necesariamente derrotas para el Estado ruso (Kuzio, 2017, p. 116).


Con respecto a la amenaza militar que la expansión de la OTAN significa para el territorio ruso, Nikolin sostiene que la misma puede llevar a los siguientes escenarios: el desencadenamiento de una guerra excesivamente prolongada si se decide hacer uso de estrategias y armas convencionales; la posibilidad de que alguna de las potencias dé el primer paso para el inicio de una guerra nuclear; y que el bloque occidental presione a los Estados a adoptar el modelo que mejor sirva a los intereses de la OTAN en lo que control, prevención y regulación de la crisis se refiere (1998, p. 41). De esta manera, Rusia considera que la OTAN buscaría dotar a dicha alianza de una serie de ventajas militares ante un posible conflicto con Rusia a través de su expansión hacia el este, escenario en el cual el país soviético se verá desprovisto de su posición de ventaja sobre los límites occidentales. Asimismo, se teme que el arsenal nuclear se convierta en una amenaza estratégica de la OTAN contra el territorio ruso si el mismo se despliega en los países que tienen frontera con Rusia, especialmente si se tratase de Ucrania. A su vez, los ejércitos aéreos y los misiles de la OTAN representan otra amenaza muy grave para los intereses rusos, especialmente si se establecen bases militares aledañas al territorio del país, puesto que desde dicha posición los mismos van a ser capaces de atacar cualquiera de las bases militares de la Federación Rusa (Nikolin, 1998, pp. 45, 46).


Este punto de vista se vería medianamente validado si atendemos a la actuación que ha tenido la OTAN y el bloque occidental para con el Estado ruso. En este sentido, Moscú siente que las potencias occidentales se han aprovechado de la debilidad de Rusia al final de la Guerra Fría, expandiéndose hacia oriente al punto de acoger como miembros a países que colindan con el territorio ruso, así como al influir en los cambios en regímenes que eran favorables para Rusia, como lo fueron los casos de Serbia en el año 2000, Iraq en el 2003 y Libia en el 2011 (Hughes, 2014, p. 111). No obstante a ello, este argumento pierde validez cuando uno contrapesa el accionar de la OTAN con el accionar que ha tenido Rusia. Incluso durante el régimen de Boris Yeltsin, Rusia ha demostrado que no ha querido desprenderse de lo que fue parte de su dominio durante el siglo XX, lo que quedó demostrado con el apoyo de Moscú para con la independencia del territorio de Transnistria del Estado de Moldova en 1992 (Hughes, 2014, p. 111), así como la invasión a Georgia en 2008 y la anexión de Crimea en 2014. Desde esta perspectiva, la expansión de la OTAN no ha sido tan solo el producto del deseo de EEUU de cercar a Rusia, sino que fue una respuesta a las acciones que tomó Rusia durante este tiempo.


Los intereses de Ucrania


A pesar de todo, un actor que se ha visto olvidado en el discurso público con respecto a su decisión de ser incluido o no en la OTAN es la propia Ucrania. Desde el 2004 se han visto manifestaciones de estos deseos de cambio dentro de la sociedad ucraniana. A través de la denominada Revolución Naranja, los ucranianos exigieron libertad, libertad de expresión, prevención de las dictaduras de una sola persona, la restricción de la intervención estatal en la sociedad y la economía, la lucha contra la corrupción sistémica, la integración de dicho Estado a la Unión Europea, y la eliminación del riesgo de ser controlados por Moscú (Hughes, 2014, p. 56). En otras palabras, Ucrania exigía desde entonces su occidentalización, en contra de los deseos de su poderoso vecino.


Desde entonces se ha visto en Ucrania un anhelo por modernizarse, pero el modelo de modernización que el pueblo ucraniano exigía de sus autoridades distaba mucho de los intereses de sus contrapartes rusos. Tal y como señala Tigipko, para los ucranianos, la respuesta a la pregunta “¿qué ruta seguir?” fue y es clara: la liderada por los países de la Unión Europea y Occidente, y no el modelo euroasiático que buscaba implantar Rusia como alternativa frente al modelo occidental (2011, p. 63). No fue sorpresa que después de la decisión del entonces presidente ucraniano Viktor Yanukovich de no firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea - lo que significaba un paso adelante para la membresía de Ucrania - desembocara en protestas en la que los ciudadanos exigieron su renuncia al cargo, lo cual tuvo como consecuencia represiones brutales en contra de los protestantes (Hughes, 2014, p. 112; Kuzio, 2017, p. 107).


De esta forma, la integración a la Unión Europea y a la OTAN es vista como un ideal a alcanzar por parte de los países ubicados en las regiones central y oriental de Europa, entre ellos Ucrania. Los mismos ven la membresía a estas organizaciones como esencial para sus aspiraciones de desarrollo, en el cual el modelo democrático europeo, así como las alianzas que se puedan establecer con el hemisferio occidental a través de dichos mecanismos, es un signo inequívoco de progreso (Wiarda, 2001, p. 179). Si bien este argumento ayuda a entender mejor el deseo de estos Estados de adherirse a la Unión Europea, el mismo explica también las ganas de adherirse a la OTAN. A pesar de que una membresía a esta última organización significa un alto costo para los países, la misma significa, a su vez, un acuerdo de seguridad que los protegerá de posibles ataques por parte de Rusia, puesto que sabrán que, en virtud del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, EEUU y las demás potencias occidentales estarán en la obligación de venir al socorro del Estado agredido (Wiarda, 2001, p. 179).


Incluso si dejamos de lado los eventos ocurridos en el presente año, esta necesidad de protección frente a las hostilidades del vecino ruso ya era percibida como imprescindible por el lado de Ucrania. La intervención y anexión de Crimea por parte de Rusia, considerada como la primera invasión en continente europeo desde 1930, fue la primera muestra de dicha necesidad. Este episodio demostró que Ucrania no podía valerse del Memorándum de Budapest de 1994, en el cual Rusia se había comprometido a proveer de seguridad al territorio ucraniano a cambio de su desarme nuclear (Kuzio, 2017, p. 108). Las excusas de Rusia para su anexión, y el subsecuente referéndum que la legitimaba, no justifican la misma, más aún si tenemos en cuenta el absurdo de pensar que era posible llevar unas elecciones libres y democráticas en dicha región con la alta presencia militar rusa y el impedimento de instalar observadores de la OSCE (Hughes, 2014, p. 113). De la misma manera, el episodio en el cual milicias paramilitares sin identificación entraron a los territorios de Luhansk y Donetsk en el 2015, las cuales Putin posteriormente ha adjudicado como parte del ejército ruso (Kuzio, 2017, p. 103), agravaron más las preocupaciones de Ucrania con respecto al peligro ruso. El accionar que Rusia ha venido ejerciendo en la región constituye una flagrante violación al principio de no intervención desarrollado en la Resolución 2625 (XXV) de la Asamblea General de la ONU, así como en la jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia, específicamente en el caso relativo a las actividades militares y paramilitares en Nicaragua y contra Nicaragua, y prueba que el deseo de Ucrania de occidentalizarse no es injustificado, y mucho menos es producto de un afán expansionista de las potencias occidentales.


A todo esto, los miedos de Putin para con respecto a su Estado vecino se debería a lo que observó Timothy Snyder después de la anexión de Crimea: Los ucranianos representan el problema real para el presidente de Rusia: personas libres quienes se expresan libremente en ruso, lo que puede sentar un ejemplo a seguir para los propios rusos” (en Hughes, 2014, p. 112).


Conclusión


En mi opinión, antes de hablar de un afán expansionista de la OTAN, tenemos que atender a las necesidades de seguridad de los Estados ubicados entre la Europa occidental y Rusia desde sus propios puntos de vista, lo cual aplica (y en mayor medida que para otros Estados, con la posible excepción de Georgia) para Ucrania. Asimismo, la decisión de acoger a Ucrania como miembro de la OTAN debería recaer únicamente en dos partes: por un lado, el propio Estado ucraniano, el cual ha de considerar las agresiones que Rusia ha ejercido en contra de su territorio hasta la fecha con la posibilidad de que las mismas escalen en un conflicto mayor si decide ser miembro de la mencionada organización; y los países miembros de la OTAN, los cuales han de sopesar los pros y contras de una posible inclusión de Ucrania a sus filas, aun si su decisión final va en contra de la promesa inicial hecha por Baker. Lo que se decida no debe pasar por manos de Rusia, y, en el peor de los casos, los intereses que tenga dicho Estado para con la región ucraniana deben ser considerados únicamente por las partes a quienes compete verdaderamente dicha decisión.


De todas formas, tal como se ha mencionado en las líneas anteriores, es improbable que la OTAN acepte la inclusión de Ucrania, y ello se ha visto demostrado aún más con los últimos acontecimientos acontecidos durante la guerra ruso-ucraniana, como el hecho de que dicha organización se rehusase a imponer una zona de exclusión aérea en territorio ucraniano a pesar de los deseos del presidente Zelensky (Lewis & Melander, 2022). Pese a que la OTAN ha optado por apoyar indirectamente los esfuerzos del ejército ucraniano, ha evitado entrar de lleno dentro del conflicto (NATO, s. f.-b). Sin embargo, ello no quiere decir que los esfuerzos de Putin por evitar la occidentalización de Ucrania hayan dado frutos, y prueba de ello es la firma de Zelensky de la solicitud para el ingreso de Ucrania a la Unión Europea (Schnell, 2022), así como el apoyo que mostró el Parlamento Europeo para un eventual ingreso de dicho Estado a la organización internacional (Miguel, 2022). Esperemos que el conflicto se resuelva en la brevedad, con el menor saldo de víctimas posibles, y que el destino de los ucranianos dependa de ellos mismos y no de los afanes expansionistas de Putin.


Referencias


Discurso íntegro del anuncio de Putin de la operación militar en Ucrania. (2022). SWI swissinfo.ch. https://www.swissinfo.ch/spa/ucrania-guerra_discurso-%C3%ADntegro-del-anuncio-de-putin-de-la-operaci%C3%B3n-militar-en-ucrania/47375210


Hua, X. (2015). NATO Reform Amidst Ukraine Crisis. China International Studies, 52, 83–99.


Hughes, G. (2014). Ukraine: Europe’s New Proxy War History. Fletcher Security Review, 1(2), 105–118.


Kuzio, T. (2017). Ukraine between a Constrained EU and Assertive Russia Special Issue: Europe’s Hybrid Foreign Policy: The Ukraine-Russia Crisis. Journal of Common Market Studies, 55(1), 103–120.


Lewis, S., & Melander, I. (2022, marzo 4). NATO rejects Ukraine no-fly zone, unhappy Zelenskiy says this means more bombing. Reuters. https://www.reuters.com/business/aerospace-defense/nato-meets-ukraine-calls-no-fly-zone-hinder-russia-2022-03-04/


Miguel, M. V. G., Bernardo de. (2022, marzo 1). Zelenski logra el apoyo del Parlamento Europeo para el ingreso de Ucrania en la UE. El País. https://elpais.com/internacional/2022-03-01/zelenski-logra-el-apoyo-del-parlamento-europeo-para-el-ingreso-de-ucrania-en-la-ue.html


NATO. (s. f.-a). Funding NATO. NATO. Recuperado 6 de marzo de 2022, de https://www.nato.int/cps/en/natohq/topics_67655.htm


NATO. (s. f.-b). NATO Allies boost support to Ukraine. NATO. Recuperado 6 de marzo de 2022, de https://www.nato.int/cps/en/natohq/news_192476.htm


Nikolin, B. (1998). NATO’s Eastward Expansion. Russian Politics and Law, 36(4), 39–49.


Schnell, M. (2022, febrero 28). Zelensky signs EU membership application [Text]. TheHill. https://thehill.com/policy/international/596124-zelensky-signs-eu-membership-application


Tigipko, S. (2011). Ukraine’s European Choice: What It Means for Russia. Russian Politics and Law, 49(5), 55–67.


Viland, J. L. (1991). NATO and the European Community: Forging the Alliance Open Forum: Comment. Detroit College of Law Review, 1991(1), 279–416.


Welle (www.dw.com), D. (s. f.). DW verifica: Putin y su versión de la historia de Ucrania | DW | 24.02.2022. DW.COM. Recuperado 6 de marzo de 2022, de https://www.dw.com/es/dw-verifica-putin-y-su-versi%C3%B3n-de-la-historia-de-ucrania/a-60901799


Wiarda, H. J. (2001). The Politics of European Enlargement: NATO, the EU, and the New U.S.-European Relationship Where Does Europe End? The Politics of NATO and EU Enlargement. World Affairs, 164(4), 178–198.


Всеукраїнський перепис населення 2001 | English version | Results | General results of the census | Total number of actual population: (2007, junio 14). https://web.archive.org/web/20070614071351/http://www.ukrcensus.gov.ua/eng/results/general/estimate/


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