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Día de Conmemoración de todas las víctimas de la Guerra Química

Marco Antonio Loaiza Izquierdo.

Miembro voluntario de Ius Inter Gentes


La presente nota expondrá una fecha sumamente relevante en la regulación de armas de destrucción masiva y a los millones de víctimas que han dejado en los diversos contextos que han sido empleadas. Para ello, sólo nos enfocaremos en hacer un breve resumen de todos los momentos en que se han empleado tales armas y poner en conocimiento de la comunidad académica si se siguen empleando actualmente.


Si bien, antes del siglo XX, “se habían abordado sendos esfuerzos para evitar la utilización de agentes químicos, siendo estos el Acuerdo de Estrasburgo de 1675 entre Alemania y Francia[1] y la Convención de la Haya de 1899 relativa a las leyes y el uso de la guerra terrestre[2]” (MREA, s.f); la Primera Guerra Mundial fue el escenario que resaltó el carente compromiso entre las potencias por cumplir con tales normas.


Fue en tal conflicto bélico internacional donde el Imperio Alemán, uno de los Estados que conformaban la Triple Alianza, hizo uso de agentes químicos como el gas cloro y la mostaza, los cuales, en un principio, no tenía el propósito de causa muerte, sino, mas bien, en dejar incapacitados de luchar a los combatientes de cada Estado. Aunque, tal empleo de estas armas no fue exclusivamente de los alemanes, pues “los franceses también tuvieron la oportunidad en hacerlo mediante el uso del llamado bromoacetato de etilo” (La Vanguardia, 2019).


El número de víctimas que causaron tales armas fue el detonante para que la comunidad internacional ponga énfasis en estas, lo cual se pudo evidenciar con la firma del Protocolo de Ginebra de 1925 sobre “la Prohibición del uso en la guerra, de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos”. No obstante, tal esfuerzo quedó descartado nuevamente por los Potencias Europeas tras el preludio de la Segunda Guerra Mundial, pues mientras los españoles usaron armas como el fosgeno y el gas mostaza contra la población civil marroquí durante la Guerra del Rif de 1921 a 1927, los italianos también las utilizaron tras su incursión contra el pueblo etíope durante los años 1936 a 1937.


Adentrándose a la Segunda Guerra Mundial, “La Unión Soviética como las fuerzas japonesas hicieron uso de tales armas en China” (BBC, 2018). Aunque, a pesar de no ser utilizadas en campos de batallas de Europa, “los nazis utilizaron el Zyklon-B contra los judíos internados en los campos de exterminio extendidos por Alemania y Polonia” (Jáuregui-Lobera, 2020, p. 229).


Culminado este enfrentamiento, fue durante la Guerra de Vietnam, cuando los Estados Unidos usó armas como el agente naranja que tuvo efectos nocivos tanto en la población vietnamita como en el medio ambiente. Sin embargo, lo peor llegaría un poco mas tarde, cuando el ejercito norteamericano empleó el Napalm, un combustible capaz de producir un gran efecto incendiario a gran escala, que llegó a producir cientos de bajas civiles.


Asimismo, tal escenario se replicó en Oriente Próximo, pues durante el epílogo de la Guerra entre Irak e Irán, la humanidad fue testigo de uno de los actos más aberrantes perpetradas por un caudillo. Tal hecho fue conocido posteriormente como la masacre de Halabja, cual se perpetró cuando el dictador iraquí Saddam Hussein ordenó a sus tropas arrojar bombas cargadas con agentes químicos, como el gas mostaza o sarín, contra el poblado kurdo de Halabja.


A pesar de que con el Protocolo de Ginebra de 1925 se dispuso la prohibición del empleo de estas armas, ello dejó un vacío legal con respecto a la producción, almacenamiento y transferencias de estas. Por lo que, tras tomar conciencia de tal situación, nuevamente los miembros de la comunidad internacional intentaron limitar el empleo de estas armas, pero esta vez, a través de la Convención sobre “la Prohibición del Desarrollo, Producción, Almacenaje y Uso de Armas Químicas y sobre su destrucción”, firmada en 1993 y cuya vigencia entró en 1997.


Desafortunadamente, nuevamente todo ello quedó en palabras plasmadas en un pedazo papel, pues durante la guerra civil en Siria, específicamente entre los años 2014 a 2018, la comunidad internacional ha recopilado información sobre el empleo de armas químicas, como el cloro y el sarín, por parte del gobierno sirio. Tales actos trajeron la atención de la comunidad internacional, lo cual generó una serie de protestas contra el Gobierno de Bashar Al Assad.


En resumen, si bien tales normas que prohíben el uso de armas químicas tienen su origen en el derecho consuetudinario, precisamente en la prohibición general sobre el uso de medio que por naturaleza son indiscriminados, se ha podido evidenciar que ni siquiera se han obedecido tras su materialización en un tratado, lo cual nos hace nuevamente evidenciar la fragilidad de los compromisos que asumen los Estados frente a la comunidad internacional y si la vulneración de los derechos humanos a través de estas armas podría ser una excepción a principios rectores como el de prohibición de la amenaza y uso de la fuerza como el de no intervención.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

MREA - Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina. (s.f). Historia de las Armas Químicas. Buenos Aires: Argentina. Recuperado de: Historia de las Armas Químicas | Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (cancilleria.gob.ar)


. (22 de noviembre de 2019). Los 5 gases más mortíferos de la Primera Guerra Mundial. La Vanguardia. Recuperado de: Los 5 gases más mortíferos de la I Guerra Mundial (lavanguardia.com)


. (18 de abril de 2018). ¿Cómo surgieron y dónde se siguen usando las armas químicas? BBC Mundo. Recuperado de: ¿Cómo surgieron y dónde se siguen usando las armas químicas? - BBC News Mundo


Jáuregui-Lobera, I. (2020). Guerra Química en la I y II Guerras Mundiales. Journal of Negative & No Positive Results, 5(2). pp. 218 – 235. Recuperado de: 2529-850X-jonnpr-5-02-218.pdf (isciii.es)


[1]Este acuerdo prohibía el uso de bombas cargadas con venenos. [2]En este instrumento, las partes renunciaron el empleo de proyectiles que tengan como objetivo dispersar gases tóxicos y asfixiantes.

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