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¿Existirán secuelas de la política exterior de EEUU bajo la administración Trump?


Imagen extraída de Steve Nesius. (2016). ¿Cómo será la política exterior de EE.UU. si gana Donald Trump? 08 de noviembre de 2020, de RT Sitio web: https://actualidad.rt.com/actualidad/202096-politica-exterior-eeuu-ganar-donald-trump


Estos últimos días se ha definido quien será el próximo presidente de Estados Unidos. De las elecciones celebradas, resultó ganador el candidato del partido demócrata Joe Biden, lo cual da pie a distintos análisis con respecto al cambio en la política exterior del país. No hay duda de que, a diferencia del discurso de redirigir todos los recursos necesarios para el crecimiento de Estados Unidos, Joe Biden, al igual que sus antecesores demócratas, quiere fortalecer la institucionalidad democrática de Estados Unidos como un faro que influya en el resto del mundo, así como recuperar los lazos de cooperación. Sin embargo, se enfrenta a una dificultad que puede hacer que sus medidas en política exterior retrasen sus efectos, y es que bajo la administración del actual presidente Donald Trump, se han llevado a cabo una serie de hechos que, con la finalidad de colocar en primer plano a la sociedad norteamericana, se ha perjudicado la imagen de los Estados Unidos como superpotencia.


Si bien puede haber logros como el tratado de paz en Oriente Próximo entre Israel, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, o el histórico encuentro con el líder supremo de Corea del Norte, lo cierto es que los desaciertos superan aquellos logros por la superioridad de costos políticos. Ante lo mencionado, el objetivo de este artículo es analizar si la política exterior ejercida bajo la administración Trump puede dejar secuelas que le generen dificultades al futuro presidente Joe Biden al momento de implementar un cambio de enfoque.


Primero, Estados Unidos ha debilitado los lazos de cooperación internacional. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la constitución de las Naciones Unidas con la presencia de todos los Estados que jugaban un rol trascendental en el escenario internacional, se instauró en las relaciones internacionales el elemento cooperación. Si bien dudo que al momento del surgimiento de las primeras organizaciones internacionales de la posguerra los fundadores confiaran completamente en la cooperación, lo cierto es que debido a la rápida recuperación económica de los ex países beligerantes y al incremento de relaciones comerciales globales, se hizo más evidente la necesidad de actuar en cooperación. Al respecto, sobre lo teorizado por el historiador David Mitrany, los profesores Dougherty y Pfaltzgraff mencionan:


“Se dice que el crecimiento en importancia de los temas técnicos en el siglo XX ha hecho necesaria la creación de marcos para la cooperación internacional. Tales organizaciones funcionales podrían esperarse que se expandieran tanto en su número y alcance en la medida que crecen los problemas técnicos que enfrenta la humanidad tanto en tamaño como en magnitud.” (1993, p. 444)


De acuerdo con los autores, las relaciones entre actores internacionales se hicieron más dinámicas; sin embargo, de este análisis se extrae el hecho de que las organizaciones internacionales podían colocar en un segundo plano a los Estados, puesto que surgió la tendencia de que no solamente temas relacionados a la seguridad eran puntos en la agenda internacional, sino la importancia del tema a tratar dependía de la coyuntura.


Es en este punto donde quiero vincular a la administración Trump, pues con algunas de sus acciones de política exterior se ha mostrado un rechazo a la supranacionalidad, y si bien no es la primera vez que Estados Unidos muestra esta actitud, es importante tener en cuenta los contextos, ya que no es lo mismo amenazar con desvincularse de la cooperación en tiempos posguerra fría, donde existía una clara estructura unipolar, a hacerlo hoy en día teniendo a China con su creciente influencia no sólo en Asia Oriental, sino también en continentes como Sudamérica a través de sus finanzas internacionales.


Durante los cuatro años de la era Trump, uno de los sucesos más polémicos de la política exterior de Estados Unidos, sobre todo por el contexto de crisis, es el anuncio oficial de retiro de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se haría efectivo el 6 de julio de 2021. Aquello resultaría un gran daño al multilateralismo, puesto que Estados Unidos siempre ha sido un Estado clave por el respaldo económico desde su constitución en 1948. Como dato, según el portal de noticias de la BBC, en el año 2019, Estados Unidos contribuyó con casi un 15% de los recursos totales de los que la OMS dispuso durante el bienio 2018-2019. Entre las razones por la que se decide la salida es el supuesto vínculo entre la OMS y China, además de las distintas peticiones de hacer responsable internacionalmente a este último Estado por no haber contenido la pandemia del COVID-19.


En lo que concierne a temas económicos, las relaciones de Estados Unidos con la Organización Mundial del Comercio (OMC) se ha visto perjudicada en vista de la política comercial que adoptó la administración de Donald Trump. En este caso específico, nos encontramos ante una contradicción entre la política interna y la política exterior del gobierno, puesto que si bien se tenía el objetivo de proteger a los productores estadounidenses mediante el incremento de aranceles, se ha descuidado lo referido a la diplomacia en materia económica. Y esto porque la actitud unilateral de Estados Unidos con el bloqueo al nombramiento de jueces para el órgano de apelación, ha ocasionado que se pierda una confianza en ser un socio comercial suyo.


Este panorama de incertidumbre se ve empeorada con las manifestaciones de querer colocar en prioridad los intereses comerciales de Estados Unidos. No hay duda alguna que todo Estado por más que forme parte de una organización internacional, más aún si esta es de carácter supranacional, no perderá la convicción de perseguir sus intereses propios, pero justamente es mediante este mecanismo de cooperación que se le permite al Estado alcanzar sus objetivos de manera menos costosa. Por tanto, acusaciones basadas en el favorecimiento a China o que sus empresas se encuentran en desventajas en el mercado de la Unión Europea sin usar alguna práctica diplomática, podrían empeorar la posición y el grado de confianza de Estados Unidos.


Por otro lado, también se ha podido observar que las relaciones con los Estados europeos se han desestabilizado, lo cual resulta preocupante ya que el escenario europeo siempre ha sido un punto de referencia en la política exterior de Estados Unidos desde el término de la Segunda Guerra Mundial. Al respecto, uno de los casos de este deterioro de relaciones es lo referido a la OTAN, donde Estados Unidos mantuvo el discurso de reducir su apoyo militar y económico a dicha organización, lo que generó descontentos en los distintos líderes europeos al haberse tratado de una decisión casi unilateral.


Ahora, si bien las organizaciones internacionales sirven como mecanismos de cooperación donde los Estados dialogan y toman decisiones, no es menos cierto que también puedan verse como una relación de poder institucionalizada. En ese sentido, se puede entender que sobrevivencia de la OTAN posguerra fría, cuando su similar Pacto de Varsovia había desaparecido, fue únicamente para que Estados Unidos mantenga una influencia en el escenario europeo. Y esto le trajo ciertos resultados en los últimos años, pues tanto la invasión a Afganistán como la invasión a Irak fueron en nombre de la OTAN. Por lo tanto, quebrantar estas relaciones implicaría que los Estados europeos busquen subsanar esa dependencia intentando crear otra organización en paralelo, lo que implica la posibilidad de que en futuras acciones de política exterior Estados Unidos no reciba el apoyo de Europa como ha venido acostumbrado.


Segundo, en términos de soft power, Estados Unidos ha perdido protagonismo. Previo a analizar los hechos que más impacto negativo han significado para el país durante la administración Trump, es importante esclarecer ciertos puntos teóricos en torno al concepto. El término soft power es atribuido al profesor Joseph Nye por sus investigaciones basadas en las distintas concepciones del poder en el campo de las relaciones internacionales. En efecto, a diferencia en cómo se concebían las relaciones internacionales a inicios del siglo XX desde una perspectiva de poder basado en el aspecto militar o en la posesión de recursos, actualmente esa única concepción sería insuficiente para analizar la dinámica entre los actores internacionales. En ese sentido, existe otra faceta del poder que puede resultar, en términos de costos y efectividad, mucho más útil para los intereses de un país.


Esa otra faceta es el poder suave, que se puede definir como la capacidad para determinar preferencias que tienden a asociarse con activos intangibles como una personalidad atractiva, cultura, valores e instituciones políticas, y políticas que son consideradas legítimas o que están dotadas de autoridad moral (Nye, 2016, p. 31). No obstante, un Estado que tenga una política exterior basada en este enfoque de poder puede encontrar limitaciones como, por ejemplo, el difícil carácter mensurable y que, en casi todas las ocasiones, no se consigan efectos inmediatos, sino que consisten en procesos de mediano o largo plazo. Es por eso que debido a su alta complejidad para implementar y mantener una política exterior basada en soft power, los Estados pueden verse poco incentivos para poner en práctica un ejercicio de influencia mediante el liderazgo vinculado a activos intangibles.


Entonces, cabe preguntare ¿realmente es necesario considerar el elemento del soft power en la formulación de una política exterior? Por supuesto que sí. Teniendo como base lo que se denomina interdependencia compleja, se puede partir de la idea de que el uso o amenaza de la fuerza tiene menor eficacia. Por el lado del uso de la fuerza, el costo elevado por el avance de la tecnología le quita mérito a esa opción, así como también fractura la relación en distintos aspectos con otro país, lo que demuestra que la fuerza traería resultados costosos para objetivos situados fuera del ámbito de seguridad (Keohane y Nye, 1988, p. 32). Además, ante los efectos de la globalización, la posible ruptura de la interdependencia ha ocasionado un creciente rechazo al uso de la fuerza por parte de la sociedad.


Ante la situación descrita, la aplicación del soft power resulta ser una alternativa mucho más coherente con el contexto de globalización. Es cierto que el poder siempre depende del contexto en el que la relación entre actores internacionales se desarrolla, pero es un hecho innegable que toda manifestación de poder suave tiene un componente político, pues las acciones que toman los Estados siempre estarán dirigidos a que los demás configuren su conducta de cierta forma en relación a sus intereses. En ese sentido, dos situaciones en las cuales Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump ha perdido la oportunidad de ejercer soft power han sido la lucha por el cambio climático y la pandemia del COVID-19.

En lo que concierne a la crisis desatada por la pandemia del COVID-19, la disposición de un Estado para colaborar en el descubrimiento de una vacuna o el apoyo para contrarrestar sus efectos en los distintos ámbitos se muestra como una oportunidad para afianzar lazos de cooperación y rasgos de liderazgo que todo país considerado como potencia mundial debe asumir en situaciones críticas.


Ante lo dicho, Estados Unidos no parece haber asumido dicho rol que lo caracterizó en situaciones de crisis sanitarias ocurridas por la influenza AH1N1 o el ébola. Más allá de la donación de ventiladores mecánicos a ciertos países, acciones como las del intento de prohibir a empresas privadas que exporten mascarillas KN-95 a países vecinos para que supuestamente haya suficiente stock para la sociedad norteamericana, así como el discurso dirigido a la búsqueda de un país responsable por la pandemia, produce en los países cercanos a Estados Unidos una convicción de que la administración Trump está pensando en todo menos en la búsqueda de una solución global a un problema global. Nótese que la exaltación hecha al carácter global se debe a que el descubrimiento de la vacuna puede proporcionarle al país que lo consiga primero una fuente de legitimación en los actos subsiguientes que pueda realizar bajo su política exterior.


Por lo último mencionado, es en ese punto donde se connota la existencia de poder suave, pues mediante la capacidad económica, científica y tecnológica, un país puede conseguir el establecimiento de relaciones de poder de manera menos costosa, tanto en términos económicos como políticos. Es por eso que no debió extrañarnos que países como Rusia vean el contexto de la pandemia como una oportunidad para volver a tener un mayor protagonismo en el escenario internacional, y esta vez no mediante situaciones como la de Crimea donde encuentre oposición.


Estos últimos meses muchos analistas políticos han puesto en comparación la carrera armamentista de la Guerra Fría con la actual carrera por el descubrimiento de la vacuna contra el COVID-19, y razones no les faltan, puesto lo que se busca es demostrar poderío, pero ya no en términos clásicos, sino en puntos relacionados a lo que en el siglo pasado se llamaba 'low politics'. Si bien el descubrimiento de la vacuna por parte de un Estado puede llevarle a empezar a tener contacto con otros países, un factor más importante que el propio descubrimiento es el uso que se le va a dar a este bien tangible.


Cuando Joseph Nye hace referencia a que el poder siempre depende del contexto, es importante mencionar que para que el descubrimiento de la vacuna se traduzca en una definición completa de poder, el país descubridor debe elaborar vías de acceso al bien intangible, como podría, por ejemplo, subsidiarlo el costo de fabricación en un porcentaje. Y aquello último sí puede otorgarle la imagen de ser un país con autoridad moral. Sin embargo, por más que tres empresas estadounidenses están ya en la última fase de prueba para obtener una vacuna fiable, la Casa Blanca ha rechazado la invitación de formar parte de la plataforma creada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para garantizar un acceso global. A diferencia de las declaraciones de la administración Trump, el presidente de China, Xi Jinping, ha expresado en distintas ocasiones que la vacuna contra el COVID-19 será un bien público mundial. Aquello configura un supuesto donde, más allá de que si realmente existen o no intenciones de carácter humano, China ocupa el territorio en el campo moral que cede Estados Unidos.


Por otro lado, en los asuntos relacionados a la protección del medio ambiente, Estados Unidos ha dejado de apoyar estas iniciativas en justificación de colocar los intereses de su país por encima del resto. No hay duda alguna que el calentamiento global es punto en la agenda internacional que con el paso de los años ha cobrado más relevancia, y esto debido a que el transcurso del tiempo es un factor que nos permite visualizar mejor sus efectos. El acuerdo de París, que entró en vigencia el año 2016, tenía como objetivo principal reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 26 a 28%. Entre las estrategias a utilizar se encuentra la implementación de programas de energías renovables, pero ante al alto costo que esto podría conllevar, se había acordado un apoyo económico a los países en vías de desarrollo.


Es en este escenario, en el cual la administración Trump ha decidido priorizar la economía estadounidense, pues la salida recientemente formalizada de Estados Unidos del Acuerdo París significa que ya no aportará fondos. Sin embargo, esta postura no toma en consideración los costos políticos, puesto que el liderazgo diplomático en estos temas se está dejando de lado y, a su vez, abriendo paso para que nuevos países obtengan el protagonismo que todos esperan de Estados Unidos. Por ejemplo, expertos en relaciones exteriores advierten que China ya se apresta a ocupar parte del vacío que deja EE.UU., intentando garantizar con Europa el mantenimiento del acuerdo de París.


En síntesis, podemos observar que las acciones bajo la administración de Donald Trump generan secuelas tanto en términos de cooperación como de soft power. Cabe mencionar que no era objetivo de este artículo analizar la efectividad o legitimidad de las políticas internas de Donald Trump, ya que es cierto que sus acciones en contra de la cooperación ha recibido el apoyo de varios sectores del país; sin embargo, Estados Unidos que tiene el estatus de superpotencia, y que bajo la administración Trump también se ha tenido el deseo de mantenerlo, las posturas frente a problemáticas como la protección del medio ambiente y la crisis sanitaria provocan que se observe una contradicción entre la política interior y política exterior que quiere implementar el gobierno.


Si bien Joe Biden, candidato electo para asumir la presidencia de Estados Unidos en enero del 2021, tiene intenciones de reformular la política exterior, y darle nuevamente el protagonismo al país en términos de cooperación, las medidas que se vayan a implementar deben estar bien diseñadas para revertir las secuelas que puede dejar la política exterior que sigue llevando a cabo la administración Trump. Si algo es favorable al reto que tendrá que asumir Joe Biden, es que concordamos con el profesor Nye al momento de esclarecer que el soft power no le pertenece al gobierno en la misma medida que el poder entendido en términos clásicos.

Referencias bibliográficas.

Bermúdez, A. (15 de junio de 2020). Qué hay detrás de la decisión de Trump de retirar de Alemania casi 12.000 soldados de EE.UU. (y cómo favorece a Rusia). Recuperado el 08 de noviembre de 2020 de https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53017899


BBC News Mundo. (07 de julio de 2020). Estados Unidos se retira de la OMS: Trump notifica oficialmente a Naciones Unidas de la salida de su país. Recuperado el 08 de noviembre de 2020 de https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53329647


Bermúdez, A. (2020). Coronavirus: quién financia a la OMS y qué impacto tiene la orden de Trump de suspender las aportaciones de EE.UU., el mayor contribuyente. Recuperado el 08 de noviembre de 2020 de https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52304822


Dougherty, J. y Pfaltzgraff, R. (1993). Teorías en pugna en las relaciones internacionales. Grupo Editor Latinoamericano


Keohane, R. y Nye, J. (1988). Poder e interdependencia. La política mundial en transición. GEL

Nye, J. (2016). El Poder Suave. La clave del éxito en la política internacional. Universidad Iberoamericana.

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