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El derecho mundial a las vacunas contra el COVID-19


Publicado: 31 de diciembre del 2020

Antonio Alfonso Peña Jumpa[1]



Un grupo de países del mundo ha iniciado la carrera de vacunación contra el coronavirus COVID-19. Inglaterra, EE. UU., Rusia y China son parte del grupo de países que iniciaron la aprobación de vacunas y han iniciado también la vacunación masiva en su población de riesgo: personas mayores de 65 años, personal sanitario y personas vulnerables por alguna enfermedad crónica. ¿Es un derecho de la población mundial acceder a dicha vacunación? ¿Qué ocurrirá en países como el Perú?


Inglaterra inició la vacunación contra el COVID-19 el pasado 8 de diciembre de 2020, luego de aprobar la vacuna de la empresa Pfizer/BioNTech (de origen alemán-norteamericano, en adelante Pfizer) el 2 de diciembre de 2020. Luego de Inglaterra, han seguido otros países, incluidos países latinoamericanos. El viernes 18 de diciembre por la noche, el laboratorio Moderna (de origen norteamericano) ha recibido también su aprobación en EE. UU. y de inmediato inició su distribución para iniciar la vacunación en dicho país y en otros del mundo. En el mismo sentido, en Rusia y en China se han aprobado sus respectivas vacunas y se ha iniciado su vacunación masiva.


¿Qué ocurre con los otros países del mundo? Cada país ha desplazado su equipo de negociación y compra buscando tener acceso a dichas vacunas, primero, aprobándolas por la entidad pública competente y, segundo, comprándola y distribuyéndola en su población de riesgo. ¿todos los países del mundo tienen dicha capacidad de negociación y compra? Parece que no, y el mejor ejemplo es que países como el Perú, incluso con capacidad de compra, no ha podido confirmar a la fecha (19-12-2020), algunas de las vacunas en aplicación.


Lo más complejo es que las vacunas aprobadas y que se están aplicando en el mundo requieren de una particular refrigeración para su conservación. En el caso de la vacuna Pfizer requiere de -70 grados Celsius de enfriamiento, mientras que la vacuna Moderna requiere de -20 grados Celsius de enfriamiento. Países como el Perú no tiene el sistema de cadena de frio de -70 grados Celsius, y en caso tenga un sistema de cadena de frio de -20 grados Celsius, este no llega a zonas rurales. En suma, las vacunas solo podrán ser aplicadas en zonas urbanas del mundo preparadas para su conservación con cadenas de ultra frio, y con capacidad de gestión y distribución en personal y recursos.


Una buena noticia, sin embargo, es que el día 18 de diciembre la Organización Mundial de la Salud (OMS) difundió la novedad que los países pobres también accederán a las vacunas. Este acceso se daría a través de la alianza de entidades privadas-públicas y un grupo de naciones del mundo, denominada COVAX: the vaccines pillar of the Access to COVID-19 Tools (ACT) Accelerator, o Acelerador de Acceso a Instrumentos de control del COVID-19 en Base a Vacunas (traducción propia). Según la noticia, se ha conseguido reservar 2,000 millones de dosis de vacunas para los países de economías pobres o medianas del mundo (ver OMS en línea, https://news.un.org/es/story/2020/12/1485842).


Si bien COVAX tiene como socio líder a una organización internacional denominada GAVI (a global Vaccine Alliance, o Alianza Global de Vacunas), a su vez liderada por una fundación familiar, la fundación de Bill y Melinda Gates, es una alternativa concreta para la democratización de la aplicación de la Vacuna. En esta alianza también se encuentra el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), quien se encargaría de distribuir la vacuna en el mundo. Entendemos que UNICEF, con su experiencia de vacunación de niños en distintos países del mundo, estaría implementando en alianza con cada país interesado sistemas de cadenas de super frio para la distribución y aplicación de las vacunas.


Dado este contexto, es importante notar que el derecho mundial a las vacunas contra el COVID-19 se está configurando. Si bien no existe una autoridad determinada ni una norma escrita, éstas se van construyendo a partir de las necesidades y la participación global de grupos interesados, laboratorios fabricantes de vacunas, naciones donantes y fundaciones. La explicación económica es simple: si logramos superar la pandemia, a través de la vacunación mundial, la economía global se recuperará y brindará un mayor beneficio al sistema económico de capitales. Caso contrario, el contexto de pandemia estaría generando un nuevo orden mundial.


Más allá que estemos de acuerdo con estas intenciones o intereses, cabe reconocer que la vacunación mundial no se hará realidad en el año 2021. Dado la imposibilidad de producción de dos o cinco laboratorios de vacunas para la población mundial (estimada en 7,700 millones), y dado que muchos proyectos de vacunas en otros laboratorios están atrasados, asegurar la vacuna para una mayoría de la población mundial es aún un sueño. Cabe si tener como objetivo la vacunación de al menos la población de riesgo mundial. Este sería el desafío del año 2021.


¿Qué hacer desde el Perú?

En principio, desde países como el Perú conviene estar integrado a la alianza COVAX. La organización panamericana de la salud (OPS), ha prometido que 10 países pobres (entre los que no se encuentra el Perú) recibirán proporcionalmente la vacuna gratis, en tanto los demás países podrán integrarse a la alianza y al beneficio proporcional de la vacuna asumiendo el pago que corresponda (ver por ejemplo https://news.un.org/es/story/2020/12/1485712).


También conviene seguir apoyando iniciativas de invención en laboratorios nacionales. Si no desarrollamos una capacidad nacional, nuestra dependencia continuará respecto a los laboratorios transnacionales, repitiendo el círculo de exclusión en el que nos encontramos. Si existe riesgo de otras pandemias, con mayor razón la invención en vacunas es indispensable.


Conviene, igualmente, continuar desarrollando una capacidad preventiva en la población diversa y compleja del país. Esto significa atacar la vulnerabilidad que tenemos como país. No se trata solo de dictar órdenes desde Lima para controlar el aislamiento social, sino de iniciar una transformación de las extremas desigualdades que sufren conciudadanos de los pueblos jóvenes y barrios populares, y de las comunidades campesinas y nativas, que no cuentan con viviendas saludables y acceso a los servicios de saneamiento indispensables.


Por último, conviene tomar parte del orden global para mostrar con mayor fuerza nuestra preocupación como Estado en la producción y distribución equitativa de las vacunas en el mundo. No basta un proyecto privado-publico, como inicialmente es COVAX, con un rol meramente distribuidor de un porcentaje mínimo de vacunas, sino es indispensable que los países del mundo equitativamente compartan el conocimiento, la producción y la distribución de vacunas. Si la pandemia es un riesgo mundial, su solución también debe ser mundial. El riesgo contra la humanidad debe ser afrontado con la participación equitativa de todos los Estados y grupos sociales representativos de esta humanidad.


Lima, 19 y 20 de diciembre de 2020.

[1] Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Abogado, Magister en Ciencias Sociales y PhD in Laws. El autor agradece los comentarios de Imelda Campos Ferreyra y de Ana, Richard y Leonidas Peña Jumpa.


*Versión en español

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