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Ruanda: un país que se desarrolla bajo el mando de un presidente autocrático


África es un continente heterogéneo, cada uno de sus 54 países poseen rutas de desarrollo y niveles de estabilidad muy diversos. La violencia de las guerras civiles en África sigue siendo una constante en pleno siglo XXI. Por mencionar algunos ejemplos, tenemos: al conflicto étnico de Darfur, en Sudán del Sur, activo desde el 2013; y, las milicias étnicas que se enfrentan en el territorio del Congo o en República Centroafricana. Se tratan de conflictos bélicos que han dejado numerosas muertes, miles de desplazados, agravado por las condiciones de pobreza, la hambruna y la hostilidad de la geografía. Esta realidad convive, a la vez, con experiencias de países africanos que atraviesan una transformación económica remarcable, en parte gracias a la globalización y a la apertura de sus economías, así como a los liderazgos nacionales, como es el caso de Ruanda. En esa línea, dentro del contexto de la conmemoración de un año más de reflexión en torno al genocidio de Ruanda, nos preguntamos: ¿Qué tipo de gobierno y modelo económico tiene Ruanda en la actualidad? ¿Cómo ha logrado la estabilidad un país marcado por las luchas interétnicas?


Ruanda, cuya capital es la ciudad de Kigali, tiene una población que bordea los 13 millones de habitantes – siendo el 40% menor a 16 años –, su superficie abarca 26.338 kilómetros, haciéndolo uno de los países más sobrepoblados en África; de otra parte, su PBI per cápita asciende a 847 dólares y ha experimentado un crecimiento económico sostenido de 7.1% anual, en los últimos cinco años. Las principales actividades económicos son la agricultura que posee una baja productividad, sin embargo, aporta a un 63% de las ganancias en exportación, le sigue la industria de manufactura agrícola y la minería. Respecto a su balanza comercial, se importa más productos alimenticios de lo que se logra exportar, siendo los productos de mayor producción el café, té cultivos que se introdujeron durante la colonia [1].


El mencionado país, está ubicado en la región de Los Grandes Lagos – zona de grandes tensiones regionales por los recursos naturales y dominio de tierras –, que limita con Burundi, Uganda, el Congo y Tanzania. En la última década ha experimentado un importante progreso social, gracias al crecimiento de su economía (7% anual), asimismo, ha alcanzado una alta cobertura en educación primaria (71%), mayor esperanza de vida y alta paridad de género en política. Así, aspira a ser un país de ingreso medio y apunta a convertirse en un hub de las TICs en África y para ello se concentra en atraer al sector privado a través del buen clima de negocios de su capital Kigali. Pese a ello, la desigualdad es una constante. Ruanda posee un coeficiente GINI de 50.9 que lo sitúa entre uno de los países más pobres y desiguales de África [2].


Por otro lado, el gobierno del actual presidente Paul Kagame (líder tutsi que acabó con los sucesos del genocidio y que ha sabido lograr una estabilidad económica y social duradera), permanece en el poder desde hace 17 años, con una oposición política limitada en sus derechos, lo que le ha permitido ganar las elecciones con un 99% de los votos. Esto demuestra la fragilidad democrática del país, donde la memoria del genocidio está presente en la vida diaria y sigue marcando la pauta en las relaciones políticas y en la sociedad ruandesa.


Ruanda: una economía emergente con derechos políticos limitados


Desde sus orígenes, los países africanos han afrontado desafíos derivados de su geografía política, como la definición de fronteras impuestas, las grandes distancias entre los centros urbanos y las zonas rurales y, la baja densidad poblacional (gran atomización), unida a duras condiciones ambientales y ecológicas (sequías, entre otros), que han impedido el desarrollo del control estatal e imponer la ley bajo sistemas administrativos fuertes.


En el caso de Ruanda, su situación geográfica enclavada en la región de Los Grandes Lagos y sin litoral, genera entornos con tendencia a una alta densidad poblacional [3], lo que podría dar germen al desarrollo de estructuras estatales centralizadas y a un alto grado de control estatal centro-periferia. Asimismo, su territorio montañoso, de pequeña extensión y con pocos recursos naturales en su suelo, ha dado lugar a graves situaciones de pobreza y desigualdad que han afectado a su población históricamente.


La descolonización en África (1950-1960) dio lugar, en su mayoría, a regímenes militares productos de golpes de Estado. Este tipo de sistema autoritario de tipo militar y civil, fue extendiéndose durante la década de los años 70 y 80 bajo un sistema de partido único. A partir de la década de los años 90, la trayectoria estatal de África subsahariana tuvo tres características principales: la personalización del poder en un líder autoritario, un aparato de gobierno coercitivo y una dependencia económica de las potencias industriales [4]. En el caso de Ruanda, esto se observa con fenómenos como el alto nivel de corrupción, clientelismo y, dominio de los recursos por parte de los primeros gobiernos militares que gobernaron el país, que generaron gran desigualdad económica y social en la población desde sus inicios como país independiente.


No cabe duda de que, la principal particularidad del “país de las mil colinas”, son las divisiones étnicas que ha definido su organización estatal hasta la actualidad y que aún perviven en el territorio, una coyuntura que derivó en el genocidio en la década del 90, y que impidió el control sobre áreas clave del Estado y la aparición liderazgos que pudieran cimentar sus gobiernos. Sin embargo, en el periodo post genocidio, se empezó a forjar un nuevo destino para el país.


Si bien, la transición política no fue dentro de un proceso democrático, sino que se decidió entre las élites militares del RPF – luego de que derrotaran a las milicias hutus extremistas y con ello pusieran fin al genocidio en 1994 –, se caracterizó por unir a dos líderes de las etnias en conflicto, bajo un gobierno de unidad: Pateur Bizimungu, de la etnia hutu, como presidente, y Paul Kagame, líder tutsi, como vicepresidente. En el año 2003 se promulgó la primera constitución con un espíritu multiétnico y se dio lugar a las primeras elecciones presidenciales.


Pero, ¿cómo se ha reconstruido el país tras un período virulento y de total anarquía? Dos actores han perfilado al país: el liderazgo y la personalidad de Paul Kagame y el poderoso partido Frente Patriótico Ruandés (RPF), actores clave del sistema político y del modelo de desarrollo ruandés en la actualidad. Así, para caracterizar a los Estados africanos a fines del siglo XX, podemos emplear el concepto de estado neopatrimonialista, propuesto por Bratton y Van de Walle, que alude a sistemas políticos donde coexisten un modelo patrimonialista de conducción del Estado con instituciones legales propias del sistema democrático [5]. El modelo ruandés se ha forjado desde entonces en base al fuerte dominio político del presidente, gobernando con un partido político hegemónico, bajo un régimen competitivo, pero con un sistema de partido único. Bajo el gobierno de un partido hegemónico, Kagame logró una mayor centralización del poder estatal y de sus servicios, derivando también en un control político interno y estabilidad política. Alrededor del control de una burocracia estatal en crecimiento y controlada por el partido de gobierno, se han creado redes de clientelismo político a través de la provisión de empleo en el sector público para la población. De igual manera, Kagame ha logrado fortalecer al partido de gobierno, que es el fundamento de su poder político, a través de la construcción estatal.


Por su parte, David Booth y Frederick Golooba-Mutebi, nos hablan del caso de Ruanda como un neopatrimonialismo del desarrollo, es decir, una orientación hacia el desarrollo económico del país, pero bajo las mismas reglas patrimonialistas, como son el personalismo del líder, donde no existe una línea divisoria entre sector público y privado, por ende, con instituciones políticas débiles [6]. Así, lo que caracterizaría al modelo de desarrollo ruandés, sería el liderazgo político de Kagame para implantar medidas de políticas públicas desde el Estado que incentivaran el crecimiento de áreas clave de la economía y mejorando la provisión de servicios, a la vez que domina toda la burocracia estatal. La aparición de las empresas del partido de gobierno se entiende en un contexto inicial de reconstrucción del país, cuando sumido en una situación de crisis y pobreza extrema, fueron los mismos militares líderes quiénes invirtieron sus capitales en el país para darle dinamismo a la economía, como ejemplo, podemos mencionar el holding Crystal Ventures, donde el partido de gobierno actual posee considerables acciones. En el pasado esta empresa formaba parte de la sección del partido que se encargaba de asegurar las donaciones para la reconstrucción del país, y hoy en día se ha convertido en la principal empresa privada del parido de gobierno y posee inversiones en los sectores de infraestructura, aviación, servicios financieros, etc. [7] Asimismo, otra empresa estatal, en manos de los militares en el poder es la Corporación Horizon Group que es liderada por el sector de Defensa y participa en actividades de construcción de carreteras [8]. De la actividad extractiva o de construcción de estas empresas del partido del Frente Democrático Ruandés, ahora en el poder, es posible deducir claras vías para la aparición de conflictos de intereses en la contratación del gobierno, espacios para la corrupción y la posible concentración de la riqueza en algunos grupos, con el control de sectores básicos de la economía.


Ruanda ha adoptado un modelo de economía abierta, siguiendo las recomendaciones en políticas económicas provenientes del FMI y BM, instituciones que le brindan su apoyo económico a través de la cooperación internacional. En ese contexto, cabe destacar que, Visión 2020 (el plan de desarrollo nacional a largo plazo), propone tres claves para convertirse en un país de ingreso medio: desarrollo del sector privado en los ámbitos de servicios e industria, una reforma de la agricultura y un énfasis en la integración económica regional [9] En esa línea, el académico Pritish Behuria sostiene que en Ruanda empieza a proponerse un regreso a la industrialización a través del desarrollo del sector de manufactura, que permitirá una diversificación de su economía [10]. Además, como parte de su estrategia de desarrollo, Ruanda ha puesto un gran énfasis en la apertura e integración comercial, en búsqueda de un mercado de tamaño significativo para los productos agroindustriales ruandeses, a través de la firma de TLCs y a la promoción de espacios de integración económica regional en África, como la Comunidad Africana Oriental (EAC), bloque económico regional de importancia estratégica y geopolítica. Asimismo, Ruanda en su condición de parte de la Unión Africana (organización internacional de índole política), tiene entre sus metas para este año la erradicación de las guerras civiles en el continente. Una de sus iniciativas es el Área Continental Africana de Libre Comercio (AFCFTA), creada no sólo para el intercambio sino como espacio hacia una integración profunda en África.


En esa línea, la economía ruandesa ha experimentado un crecimiento económico dirigido por el Estado, pero en detrimento de un menor grado de competencia política con rasgos autoritarios y una limitada actividad de la oposición. También, se observa que la aprobación y legitimidad del gobierno se asienta en un temor por parte de la sociedad de transitar nuevamente hacia la inestabilidad y a las luchas étnicas del pasado, que el presidente Kagame ha sabido poner bajo control. Si bien se han realizado procesos electorales, las condiciones actuales no aseguran una oposición libre. La muerte de dos opositores en las elecciones pasadas y el amedrentamiento con cárcel a los que se rebelan son señales peligrosas de violación a la libertad de expresión y claras muestras de autoritarismo en el país. A ello se suma las maniobras del gobierno de Kagame para prolongar su mandato. En un principio, la duración del mandato era de 7 años; en el 2001, se redujo a 5 años, sin embargo, a partir de una movida constitucional se permitió la reelección, lo que ahora permite formalmente al presidente mantenerse en el poder hasta el 2024 con posibilidades de tener otros dos mandatos.


En el 2019, en una entrevista dada a la revista Times, Kagame señaló que no tenía interés en mantenerse en el poder por otro mandato [11], palabras que se tornan más relevantes en la figura de Kagame, cuyo gobierno empezó con la nueva Ruanda que emergió al final del genocidio y desde entonces no ha habido un recambio político. En esa línea, el modelo de desarrollo ruandés (desarrollo capitalista del país por medio de los negocios de las empresas del partido de gobierno), ha desarrollado dinámicas que permiten al presidente fortalecer su control y perpetuarse en el poder, dejando pocos estímulos para generar una transición política en las próximas elecciones. El país debe superar la prueba de cambio y alternancia de poder, para que el sueño de un país estable y pacífico no sea sólo una apariencia, el progreso económico bajo un sistema autoritario tiene un tope y desarrollo económico y social sin instituciones acrecienta la desigualdad social[bm3] .



Bibliografía:


[1] CiaFactbook. Ruanda.

[2] Bertelsmann Stiftung´s Transformation Index (BTI) 2018 Country Report-Rwanda. Gütersloh: BertelsmannStiftung, 2018.

[3] Herbst. STATES AND POWER IN AFRICA

[4] La construcción del Estado (state building) en el África Subsahariana. Ngoie Tshibambe.

Africa América Latina, cuadernos: Revista de análisis sur-norte para una cooperación solidaria. << https://dialnet.unirioja.es/ejemplar/159678>>

[5]Bratton y Van de Walle. Neopatrimonial Rule in Africa.

[6] Africa Group. Developmental Neopatrimonialism. David Booth, Frederick Golooba-Mutebi

African Affairs, Volume 111, Issue 444, July 2012, Pages 379–403, https://doi.org/10.1093/afraf/ads026.

[7] Rwanda: Development towards Authoritarianism? Chinmay Rayarikar. Trinity College. Senior Theses an d Projects.

[8] State-backed corporations vie to dominate Rwanda´s business landscape. Special Report. Katrina Manson, Financial Times.

[9] Twagiramungu, Noel, and Joseph Sebarenzi. “Rwanda’s Economic Growth Could Be Derailed by its Autocratic Regime.” The Conversation, April 8, 2019.

[10]Effective States and inclusive development. The persistent challenges of development in Rwanda. 18 April 2019. Pritish Behuria.

[11] Is Rwanda's Paul Kagame a Strongman, a Technocrat, or Something in Between? July 08, 2019 issue of TIME.





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